Ser indigena y pobre

Ser indígena y ser pobre van de la mano en Guatemala

Son más de la mitad de la población, herederos de una cultura milenaria, depositarios de siglos de conocimiento y portadores de tradiciones y enseñanzas ancestrales. Sin embargo, ser indígena en Guatemala es equivalente, salvo escasas excepciones, a marginación, pobreza y falta de oportunidades. Las cifras hablan por sí solas: El 59 % de la población es pobre y el 79 % de los pobres son indígenas que sobreviven con unos 3,5 euros al día y más del 40% es analfabeto, según la última encuesta oficial de condiciones de vida.

El hecho de nacer indígena en Guatemala supone, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, tener una esperanza de vida promedio al nacer 17 años más baja que el resto del país y, en el caso de las mujeres, tener tres veces más posibilidades de morir. A lo que se suma, que casi siete de cada diez niños sufren algún grado de desnutrición.

Casi la mitad de los hombres y mujeres de Guatemala están hechos de maíz, como evoca la tradición maya. La población indígena constituye más del 40 % de un total de 16 millones de habitantes en un país eminentemente rural. Ser indígena y ser pobre van de la mano. Los niños de maíz se mueren de hambre. La desnutrición infantil crónica (que se prolonga y genera retrasos en el crecimiento) afecta al 48 % de los menores de cinco años, la cifra más elevada de todos los países de Centroamérica con diferencia.

El racismo sostiene las condiciones de pobreza y viceversa. Los hombres y mujeres que cuidan el maíz, alimento sagrado maya, siguen poblando los márgenes de la sociedad.

Más de 20 años después de haberse firmando los acuerdos de paz en Guatemala la violencia no ha parado, solo es distinta.

La gente aún no tiene servicios básicos, las mujeres sufren violencia, los niños mueren de hambre, la gente no tiene tierra, las familias no tienen trabajo.

El ciclo de la pobreza no termina.

alehache